A la idea de la "infidelidad creadora del traductor" Borges le sumó preguntas que llevan al infinito el armado de una biblioteca que contenga todos los libros y, además, ¿verdaderas traducciones?
Por: Marcelo Leonardo Levinas
Existen dos textos de J. L. Borges, "La Biblioteca de Babel" y "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" (ambos de Ficciones, 1941), que nos permite el planteo de dos preguntas sugerentes referidas al problema de la traducción. Una biblioteca total, compuesta de todos los libros posibles, ¿contiene verdaderas traducciones? ¿Cómo traducir a otro lenguaje la cultura de un pueblo cuyo idioma no posee sustantivos?
Las características de los libros que conforman La Biblioteca de Babel son las siguientes: cada uno de sus ejemplares posee 410 páginas, cada página 40 renglones, cada renglón 80 caracteres que consisten en 25 símbolos ortográficos (22 letras, la coma, el punto y el espacio). En consecuencia, cada libro posee 1.312.000 caracteres y hay un número de 25 multiplicado por sí mismo 1.312.000 veces de ejemplares diferentes. En esta biblioteca estarían todos los libros escritos en todos los idiomas posibles. Por supuesto que la inmensa mayoría de los libros no tendrían ningún sentido en la mayoría de sus partes o incluso en su totalidad, como el libro que comienza así: "axcx nuj" y en algún lugar continúa de esta manera: "xaxx,xaxx". Dado que los libros de esta biblioteca poseen su propia identidad, ninguno, en principio, debería ser considerado una traducción de otro libro sino simplemente una mera combinación de símbolos. Por otro lado, tomado un libro, digamos El Quijote (que debido a las dimensiones acotadas de los ejemplares de la biblioteca, necesitaría de más de un tomo), la biblioteca debería disponer de todas las traducciones posibles a todos los idiomas conocidos, ¡además de todas las posibles traducciones de cada una de esas traducciones "nuevamente" al español, y así sucesivamente!
Las características de los libros que conforman La Biblioteca de Babel son las siguientes: cada uno de sus ejemplares posee 410 páginas, cada página 40 renglones, cada renglón 80 caracteres que consisten en 25 símbolos ortográficos (22 letras, la coma, el punto y el espacio). En consecuencia, cada libro posee 1.312.000 caracteres y hay un número de 25 multiplicado por sí mismo 1.312.000 veces de ejemplares diferentes. En esta biblioteca estarían todos los libros escritos en todos los idiomas posibles. Por supuesto que la inmensa mayoría de los libros no tendrían ningún sentido en la mayoría de sus partes o incluso en su totalidad, como el libro que comienza así: "axcx nuj" y en algún lugar continúa de esta manera: "xaxx,xaxx". Dado que los libros de esta biblioteca poseen su propia identidad, ninguno, en principio, debería ser considerado una traducción de otro libro sino simplemente una mera combinación de símbolos. Por otro lado, tomado un libro, digamos El Quijote (que debido a las dimensiones acotadas de los ejemplares de la biblioteca, necesitaría de más de un tomo), la biblioteca debería disponer de todas las traducciones posibles a todos los idiomas conocidos, ¡además de todas las posibles traducciones de cada una de esas traducciones "nuevamente" al español, y así sucesivamente!
Supongamos un libro cuya primera frase diga "Today, John is happy" y que se continúa hasta alcanzar el total de 410 páginas. Otros libros, que constituyen diferentes traducciones al español de este mismo libro y que necesariamente se encuentran en la biblioteca, tendrían traducidas esta frase por ejemplo así: "Hoy, Juan es feliz" u "Hoy, Juan está feliz" o "Juan, hoy, es feliz" o "Juan, hoy, está feliz" o "Juan es feliz hoy" o "Juan está feliz hoy". Todos estos libros, de por sí poseen su sentido en español, y en tanto combinación posible de caracteres son tan libros como el original en inglés. ¿Cuál es el más legítimo? Esta pregunta podría tener sentido si pensamos que los libros en cuestión son diferentes entre sí en la medida en que constituyen distintas traducciones de un mismo texto "originariamente" en inglés. Sin embargo, cada libro tiene el mismo estatus ya que compone una combinación posible de caracteres; no debería tomarse como una traducción sino como un texto independiente del texto en inglés que no tendría por qué ser tomado como "el original". Aún más, el libro que comienza con la frase: "Today, John is happy", podría ser tomado como la traducción común de todos estos libros a los que podría suponerse originariamente escritos en español, con lo que alcanzaría el estatus de traducción "perfecta" en la medida en que sería absolutamente representativa de todos esos libros que comienzan con "Hoy, Juan es feliz", "Hoy, Juan está feliz", etcétera.
En otro texto, "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", Borges presenta un pueblo que habita un planeta para el cual no se conciben objetos como entes discretos. No existe, por lo tanto, ni la sustantivación ni la identidad. De hecho, el lenguaje de Tlön carece de sustantivos. En el hemisferio austral del planeta, el idioma se construye sobre la base de verbos impersonales: "no hay palabra que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en español lunecer o lunar....". Sucede que en Tlön, el equivalente a nuestra luna constituye una acción sin que la cosa, el objeto, logre ser identificado. En el hemisferio boreal, en cambio, la base lingüística es el adjetivo monosilábico; el sustantivo es agregación de adjetivos acoplados. Cuando allí se dice "aéreo-claro sobre oscuro-redondo", nosotros hubiéramos dicho llanamente: "luna". Vemos que en Tlön nombrar un objeto implica de por sí una especie de falacia. En este juego el lenguaje, lo dicho, lo escrito, conforma el propio límite de lo posible.
¿Qué sería un libro para los de Tlön? ¿El acto de leerlo? Carente de alguna acción de referencia, la totalidad de la Biblioteca de Babel sería inexistente en tanto objeto, carecería de objetos, no sería nada, no tendría estantes ni libros. Los de Tlön, entonces, ¿son ágrafos? Si no lo son, ¿entonces dónde escriben? ¿Sería legítimo hacer lo que de hecho hace Borges, esto es, traducir lunecer o "aéreo-claro sobre oscuro-redondo" como "luna"? Al hacerlo, el propio escritor se convierte en prisionero de los sustantivos al referirse a los habitantes de Tlön quienes no sólo no los emplean: ni siquiera los conciben. Si nuestro idioma, referido a nuestro mundo repleto de cosas está repleto de sustantivos, ¿cómo traducir, entonces, a los de Tlön? Quizá lo haríamos hablando de otro mundo, el nuestro, que no tiene nada que ver con el suyo, o hablando del suyo que no tiene nada que ver con el nuestro. ¿Será esta la inconmensurabilidad entre culturas de la que tantas veces nos ha hablado la antropología? Todas cuestiones a dilucidar.
Resumen de la ponencia que Levinas leera en el V Congreso latinoamericano de Traduccion e interpretacion (12 al 16 de mayo) www.traductores.org.ar
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